Villalón tiene su residencia en Barquisimeto, su ciudad natal, donde se le reconoce como uno de los valores más firmes de la llamada Escuela Larense.
El pintor de la bruma y del Valle del Turbio posee envidiables cualidades técnicas e interpretativas y un estilo muy personal, depurado y sobrio, capaz de conmovernos con su mensaje penetrante. Alcanza una disposición irrefutable de los efectos de la luz, a la que administra en el lienzo sin descuidar parte alguna de la obra, creando una agradable representación cromática que, guardando una adecuada relación con el motivo, no sobrevalora zonas que puedan monopolizar la luz. Aplica el color de una manera deliciosa, casi con lujuria, y con una determinación precisa, que deja ver a las claras su innegable condición de colorista, puesto que compone con marcados logros desde los tonos mas subidos hasta los mas bajos. Estructura, además, con fuerza, creando atmósferas transparentes, diáfanas, sin descuidar de modo alguno la limpieza del colorido. Por todo ello, Villalón logra comunicar en sus paisajes un cierto estado de sensibilidad que podríamos calificar como poético.